Sentir impotencia
La
“impotencia” o imposibilidad es
descrita como la “falta de fuerza para hacer algo”. La
impotencia entonces es un
sentimiento que va ligado de alguna manera a la frustración.
Esencialmente,
nos sentimos impotentes frente a situaciones sobre las que no podemos ejercer atribución
alguna. Son momentos que escapan de nuestro control o manejo y eso es lo que
hace que el ambiente deje una sensación de imposibilidad e impotencia lo que posteriormente pudiera conducir a una frustración o lo que es peor a una depresión.1
La
frustración es el malestar que resulta de que uno no vea realizado aquello que
esperaba; y la impotencia, el dolor
emocional que resulta de no poder remediar una situación, o de no poder llevar
a cabo una idea.
Aprovecha
toda tu experiencia, procura visualizar una solución y ver el problema superado,
no niegues la realidad y que existen variables y ópticas diferentes a las que
tú mismo visualizas, analiza tus ventajas, piensa en todos los recursos con que
puedes contar, reacciona constructivamente ante el suceso imprevisto, haz un
genuino esfuerzo por sacar algún provecho a la contrariedad, y no te dejes
llevar por el primer pensamiento de fracaso. Decide más bien pensar en cosas de
valor práctico que te permitan sobrellevar emocionalmente ante los resultados
desagradables.2
Hay ocasiones
donde nos toca reacomodar nuestras
expectativas o camino, por nuevas circunstancia y realidades que aparecen en el
horizonte, no siempre tenemos la posibilidad de lograr exactamente lo que idealizábamos
pero si podemos hacer un reacomodo a las nuevas realidades que nos ayudaran a
trazar nuevas metas, caminos y logros.
Nuestros
Sabios dijeron en relación a la espiritualidad: "Si trabajas y no tienes
éxito, significa que no has trabajado lo suficiente".
La
frustración es una emoción que vivimos todos ante un fracaso cuando una ilusión, una expectativa, una
necesidad, un proyecto o un deseo no se cumplen o no se satisface tal cual lo queríamos.
Es un sentimiento muy habitual, tanto en niños, jóvenes, adultos y personas
ancianas. La forma cómo percibimos esa frustración, como toleremos ese fracaso,
determinará los sentimientos que nos van a surgir al no poder alcanzar esa
meta.3
La forma que
tenemos los seres humanos de reaccionar ante la impotencia es muy variada, pero
las dos más frecuentes guardan relación con las descritas en los animales. Hay
a quienes la impotencia les lleva a la indefensión y de aquí a la depresión;
otros, los más, se irritan y se tornan irascibles.4
En hebreo, la
palabra aceptación es hashlamá, de shalom, hacer paz o ser
íntegro. Tú sabes que has alcanzado la verdadera aceptación de una situación o
una persona cuando estás libre de amargura, resentimiento, autocompasión o
enojo.5
Logramos paz
con nosotros mismos cuando entendemos que no tenemos el control de todo cuanto
sucede y que aunque anhelamos muchos sueños y objetivos en la vida ,no todos se
logran tal cual los deseamos, deberemos hacer ¨reacomodos¨ y cambios para lograrlos,
y es que de eso se trata la vida, de superar retos y no de paralizarnos.
Nelly klein
EL HADA QUE PERDIÓ SUS
ALAS
Hace ya algún tiempo, justo donde
empiezan los arcoíris, vivía un hada pequeñita, llena de energía y de magia
contagiosa, a la que todos llamaban Iris. Tenía grandes y brillantes alas,
transparentes como el agua, brillantes como el cristal.
Sus alas le dotaban de magia, le llenaban de energía. Siempre sonriente, contagiaba a todos su entusiasmo y les aportaba su magia. Llenaba de alegría y magia las vidas de las personas, coloreaba con los colores del arco iris los tonos grises de quienes se cruzaban en su camino.
Pero un día Iris, el hada pequeñita, visualizo un altísimo árbol. Nunca había visto ninguno tan alto. Iris tuvo una gran idea: si se subía a aquel altísimo árbol, podría ver con sus ojos grandes extensiones a su alrededor, y tal vez podría extender la magia de sus alas.
Poquito a poquito y con mucho empeño e ilusión, Iris subió a lo alto del árbol. Mucho esfuerzo le costó subir, pero llego a las ramas más altas. Cuando estaba allí subida, Iris olvido tener cuidado y sin darse cuenta se le engancho el pie en una de las ramas, con tan mala suerte que cayó desde lo alto del árbol al suelo. Mientras caía intento mover sus alas para volar, pero aun así no pudo evitar el impacto. El hada pequeñita de grandes y brillantes alas, transparentes como el agua, brillantes como el cristal, cayó desde varios metros y el impacto fue tan grande que sus alas grandes y brillantes se le rompieron.
Sus alas le dotaban de magia, le llenaban de energía. Siempre sonriente, contagiaba a todos su entusiasmo y les aportaba su magia. Llenaba de alegría y magia las vidas de las personas, coloreaba con los colores del arco iris los tonos grises de quienes se cruzaban en su camino.
Pero un día Iris, el hada pequeñita, visualizo un altísimo árbol. Nunca había visto ninguno tan alto. Iris tuvo una gran idea: si se subía a aquel altísimo árbol, podría ver con sus ojos grandes extensiones a su alrededor, y tal vez podría extender la magia de sus alas.
Poquito a poquito y con mucho empeño e ilusión, Iris subió a lo alto del árbol. Mucho esfuerzo le costó subir, pero llego a las ramas más altas. Cuando estaba allí subida, Iris olvido tener cuidado y sin darse cuenta se le engancho el pie en una de las ramas, con tan mala suerte que cayó desde lo alto del árbol al suelo. Mientras caía intento mover sus alas para volar, pero aun así no pudo evitar el impacto. El hada pequeñita de grandes y brillantes alas, transparentes como el agua, brillantes como el cristal, cayó desde varios metros y el impacto fue tan grande que sus alas grandes y brillantes se le rompieron.
Iris, el hada pequeñita había
perdido su magia, sin sus alas ya no tenía ni magia, ni energía, ya no podía
llenar de alegría y magia las vidas de las personas, ni colorear con los
colores del arco iris los tonos grises de quienes se cruzaban en su camino.
Y así fue como el hada pequeñita perdió su magia y su energía; así fue, de esta manera como Iris perdió sus alas. Iris estaba muy triste, cuando intentaba mover sus alas un crujido sonaba, y le dolía lo poco que le quedaba de aquellas grandes y brillantes alas.
Iris estaba triste y ahora también tenía mucho miedo de subirse a los árboles. Sin sus alas no podía volar y por supuesto no tenía magia.
Pasaron varios días y nadie podía ayudar a Iris. Hasta que se cruzó en su camino un duende con un sombrero rojo. Su amigo el duende tuvo mucha paciencia con ella, le dio mucho cariño y muchos abrazos y de esta forma, casi sin que ninguno de los dos se diera cuenta, las alas de la pequeña hada empezaron a crearse de nuevo.
Lo único que necesitaba, para que sus alas volvieran a crecer, era cariño y abrazos. Poquito a poquito se le empezó a formar unas alas, mucho más grandes, mucho más brillantes, transparentes como el agua, brillantes como el cristal y... por supuesto, con mucha más magia que antes. Pero ellos apenas se habían dado cuenta, Iris no quería sentir dolor y ya no intentaba mover sus alas, no quería escuchar aquel crujido que tantas veces había oído.
Una tarde, sin darse cuenta, mientras reía con su amigo, el duende del sombrero rojo, sus alas se desplegaron y se movieron, desprendiendo luz y color, llenándolo todo de magia, contagiando de nuevo a todos su entusiasmo; llenando de alegría y magia las vidas de las personas, coloreando con los colores del arco iris los tonos grises de quienes se cruzaban en su camino.
Poco tiempo después, con ayuda de su amigo, el duende del gorro rojo, volvió a subir a un árbol alto, muy alto, pero esta vez no olvido tener cuidado.6
Y así fue como el hada pequeñita perdió su magia y su energía; así fue, de esta manera como Iris perdió sus alas. Iris estaba muy triste, cuando intentaba mover sus alas un crujido sonaba, y le dolía lo poco que le quedaba de aquellas grandes y brillantes alas.
Iris estaba triste y ahora también tenía mucho miedo de subirse a los árboles. Sin sus alas no podía volar y por supuesto no tenía magia.
Pasaron varios días y nadie podía ayudar a Iris. Hasta que se cruzó en su camino un duende con un sombrero rojo. Su amigo el duende tuvo mucha paciencia con ella, le dio mucho cariño y muchos abrazos y de esta forma, casi sin que ninguno de los dos se diera cuenta, las alas de la pequeña hada empezaron a crearse de nuevo.
Lo único que necesitaba, para que sus alas volvieran a crecer, era cariño y abrazos. Poquito a poquito se le empezó a formar unas alas, mucho más grandes, mucho más brillantes, transparentes como el agua, brillantes como el cristal y... por supuesto, con mucha más magia que antes. Pero ellos apenas se habían dado cuenta, Iris no quería sentir dolor y ya no intentaba mover sus alas, no quería escuchar aquel crujido que tantas veces había oído.
Una tarde, sin darse cuenta, mientras reía con su amigo, el duende del sombrero rojo, sus alas se desplegaron y se movieron, desprendiendo luz y color, llenándolo todo de magia, contagiando de nuevo a todos su entusiasmo; llenando de alegría y magia las vidas de las personas, coloreando con los colores del arco iris los tonos grises de quienes se cruzaban en su camino.
Poco tiempo después, con ayuda de su amigo, el duende del gorro rojo, volvió a subir a un árbol alto, muy alto, pero esta vez no olvido tener cuidado.6
Bibliografía:
1.http://elpsicoasesor.com/la-impotencia-descrita-por-un-psicologo/
3http://adoptivanet.info/encasa/salud-actividades-frustracion.php
5.http://www.tora.org.ar/contenido.asp?idcontenido=1115
6 http://bibliotecaceipcondedemayalde.blogspot.com/2013/11/cuento-para-aprender-no-perder-la.html
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